Hace cientos de años habÃa una ciudad muy bonita, de calles rectas y elegantes edificios. Fue la antigua Saposoa.
Esta ciudad se encontraba cerca de las nacientes del rÃo Saposoa, pero años después, en la época de la colonia, el capitán español Lope de Aguirre, aventurero y ansioso de riquezas, llegó a ella. Los habitantes al verlo con barba, ojos azules y regia vestidura, se llenaron de espanto y se refugiaron casi todos en la iglesia, cuyos ornamentos e Ãdolos estaban fabricados de oro y plata.
El capitán Lope de Aguirre, que tenÃa el brazo derecho más largo que el izquierdo y una estatura considerable, aprovechó el temos de los moradores y se dirigió al templo donde estaban reunidos; ante su presencia los pobladores huyeron despavoridos al bosque.
Lope de Aguirre entró en la iglesia y, cogiendo los Ãdolos de oro, salió. Cerca de la puerta del templo habÃa un pequeño charco, donde Lope, agobiado por el peso de su carga, dejó caer un Ãdolo, el cual se sumergió en el fondo. Y pocas horas después el pequeño charco se fue agrandando, con un remolino de espumas en la superficie. El charco convertido ya en una laguna se trago a la antigua ciudad de Saposoa, la cual quedo encantada para siempre, sin que nadie pueda nuevamente llegar a ella. .