Un cuento de hadas es una historia ficticia que puede contener personajes folclóricos —tales como hadas, duendes, elfos, brujas, sirenas, troles, gigantes, gnomos y animales parlantes— e incluir encantamientos, normalmente representados como una secuencia inverosÃmil de eventos. En el lenguaje contemporáneo, asà como fuera del contexto literario, el término es utilizado para describir algo que está vinculado con princesas. Por ello, existen expresiones tales como «un final de cuento de hadas» —un final feliz—[1] o «un romance de cuento de hadas», aunque por cierto, no todas las narraciones de esta clase terminan con un final feliz. De igual manera, en el aspecto coloquial un «cuento de hadas» puede ser asociado con cualquier historia rocambolesca y extraordinaria. Por lo general, este tipo de relatos suele atraer a los niños pequeños, al compenetrar estos de forma fácil y rápida con los personajes arquetÃpicos de cada historia.
En las culturas donde los demonios y las brujas son percibidos como seres reales, los cuentos de hadas pueden mimetizarse con el género de las leyendas, en el que el contexto es percibido, tanto por el narrador como por los oyentes, como si se tratara de una realidad histórica. Sin embargo, a diferencia de las leyendas y epopeyas, que tienden a tener referencias superficiales a la religión y a lugares, personas y sucesos reales, este tipo de historias tiene lugar en un perÃodo indefinido («Érase una vez», «HabÃa una vez») más que en un instante preciso.[2]
Los cuentos de hadas se encuentran ya sea en forma oral o literaria. Intentar detallar con exactitud su desarrollo histórico resulta una labor difÃcil, puesto que sólo las formas escritas han sido capaces de sobrevivir con el paso del tiempo. No obstante, la evidencia escrita al menos da una indicación de que los cuentos de hadas han existido durante miles de años, aunque tal vez no reconocidos desde un principio como un género propiamente dicho; el término «cuento de hadas» se les aplicó a partir de la obra de Madame d'Aulnoy, quien propuso la denominación francófona «Contes des Fées». Muchos de estos relatos han evolucionado hasta la forma en que se conocen hoy en dÃa a partir de historias con cientos de años de antigüedad, aparecidas con múltiples variantes y recogidas por los folcloristas.[3] Incluso, se siguen redactando cuentos de hadas y obras derivadas del mismo género. Los folcloristas han clasificado los cuentos de hadas de diversas formas; entre las más notables agrupaciones están el sistema de Aarne-Thompson y el análisis morfológico del erudito VladÃmir Propp. Por otro lado, otros folcloristas han interpretado el significado de los cuentos, pero no existe ningún movimiento intelectual que haya abordado el significado de este tipo de relatos.
Aun cuando los primeros cuentos de hadas estaban destinados principalmente a las audiencias adultas, y en menor grado a los niños, estos comenzaron a asociarse con los infantes desde los escritos de los preciosistas. Desde que los hermanos Grimm titularan su colección como Kinder- und Hausmärchen (trad. literal: «Cuentos de los niños y el hogar»), el vÃnculo con los niños ha ido fortaleciéndose con el transcurso de los años