desde el otro lado
Después de jubilarme como policÃa, creà que trabajar de vigilante serÃa
algo fácil. Me contrataron en un mercado, debÃa quedarme en él hasta el
amanecer. Al comienzo de la primer noche, el dueño del mercado me
advirtió que iba a escuchar algo bastante desagradable que se repetÃa
todas las noches, pero que no le diera importancia. Acercándose a una
pared, puso una mano sobre ésta y me dijo:
- Esta pared es el lÃmite con el otro terreno, y es muy delgada, escuche
- y golpeó la pared -. En la casa de al lado se la pasan discutiendo de
madrugada, y desde aquà se escucha clarito. El asunto nunca pasa a
mayor, sólo gritan un poco y ya. Cuando policÃa supongo que habrá visto
mucho de esto.
- Lamentablemente sÃ, y sé que a veces no hay que
meterse - le dije -. Cuando uno está de servicio es el deber, claro,
pero ahora no es mi trabajo, a no ser que escuche que está muy fea la
cosa…
- Nunca pasa de discusiones. Usted de una vuelta por otro lado y no le de importancia.
Cuando quedé solo comencé a recorrer el local, que era inmenso. Como
casi todas las luces estaban apagadas, iluminaba mi camino con la
linterna. Revisé las ventanas, pasé por el depósito, y después estuve
largo rato sentado en la oscuridad en la pieza donde tenÃa la cafetera y
mi bolso.
A las tres y cuarto escuché un sonido lejano que me
alertó. Salà de la pieza y caminé contra un muro, en la penumbra; no
querÃa encender la linterna porque todavÃa no sabÃa la procedencia del
ruido, y no querÃa delatar mi posición. Escuchando, concluà que era
fuera del local: eran los vecinos discutiendo.
La discusión era entre un hombre y una mujer, y cada uno intentaba herir al otro, algo que suele terminar muy mal.
SentÃ
el impulso de ir a golpearles la puerta, porque la voz del hombre
indicaba que estaba por ponerse violento, pero súbitamente callaron.
Escuché un rato más, todo permanecÃa en silencio, asà que volvà a
recorrer el lugar.
A la madrugada siguiente, lo mismo, comenzó la discusión. Esta vez
golpee la pared varias veces, y callaron de golpe, mas enseguida
respondieron con golpes en la pared. Aquella respuesta me enfadó un poco
y volvà a golpear, y la respuesta desde el otro lado fue más fuerte
todavÃa. Entonces decidà ir a encarar a la pareja para ver qué clase de
locos eran, y si el tipo se iba a animar a decirme algo.
TenÃa
todas las llaves. Salà por el frente y fui hasta la casa que estaba al
lado. La fachada lucÃa bastante mal, estaba descuidada. Toqué la puerta y
esperé. Llamé varias veces, nada. Por costumbre, fui hasta una ventana y
miré hacia adentro, y por costumbre también encendà mi linterna, y vi
de pronto que la pareja iba levitando, flotando bastante por encima del
suelo. Estaban tomados de la mano. Ella vestÃa un camisón sangriento; él
un pijama ensangrentado. LucÃan como alguien que ha muerto hace dÃas,
aunque sus ojos se movÃan; se miraban entre si y me miraban, y flotaban
avanzando por la sala. Cuando me aparté de la ventana, los dos habÃan
arrimado la cara al vidrio, después me siguieron con la mirada hasta
que el muro del mercado se los impidió.
Como es de esperarse, ya no
pude trabajar más allÃ. De esa experiencia aterradora que quedó algo:
cada vez que escucho que golpean una pared me aterro, pues no sé que hay
del otro lado.