SOLSTICIO
Las hogueras del solsticio de verano tienen en Europa diversas
interpretaciones mitológicas. El sol detenido en lo alto de la cúpula
celeste inicia ese dÃa su lenta caÃda hacia la oscuridad y hay que
iluminarle el camino con procesiones de antorchas y ruedas de fuego.
Antiguamente también se creÃa que al quemar las basuras domésticas
en la noche de San Juan el humo asfixiaba a ciertos dragones halados,
que por la excitación del calor copulaban en el aire y cuyo semen se
derramaba sobre los rÃos y los pozos hasta emponzoñarlos.
Cuando vine al mundo, estos reptiles fabulosos ya no existÃan. De
niño, siempre me contaron que estas fogatas estivales se encendÃan sólo
para ahuyentar a los mosquitos. Hasta esa Ãnfima categorÃa habÃan sido
degradados los monstruos sagrados que poblaron la Edad Media.
Pero un año ya muy lejano el solsticio de verano coincidió con la
fiesta del Corpus. Recuerdo aún el olor a incendio de rastrojos de
aquella tarde en que sucedió este misterio que nunca me ha sido
revelado.
Se acababa de segar el trigo y para conmemorar que el pan ya estaba
asegurado se llevó por la orilla del mar en procesión ese cereal
convertido en Dios. La sagrada forma despedÃa rayos de oro desde su ojo
blanco que todo lo veÃa. El desfile lo abrÃan unos animales mitológicos
de cartón que iban danzando alrededor del palio a cuya sombra la
custodia era llevada por un enorme insecto revestido con terciopelos
bordados.
A orillas del mar, una multitud arrodillada presenciaba en silencio
el paso de los espectros y desde mi uso de razón recién adquirido pude
contemplar que a esta comitiva la cerraban las autoridades eclesiásticas
y civiles, pero ninguna era humana.
HabÃa entre ellas unos mosquitos de dos metros de alzada que pasaban
erguidos entre otras fieras paganas, tarascas, basiliscos, leones de
orejas puntiagudas. Las noches blancas boreales están presididas por
vÃrgenes coronadas con azucenas que encienden antorchas para guiar hacia
su sexo a los dioses jóvenes. Pero en el mediodÃa el solsticio de
verano está bajo el espÃritu del cereal y el semen de los dragones.
Cuando la procesión llegó a la oscuridad, todos los animales
mitológicos y los insectos revestidos se adentraron en el mar y se
fueron sumergiendo en el abismo, pero la custodia de oro quedó en la
superficie del agua hasta convertirse lentamente en un gran fuego sobre
los espectros ahogados. Desde entonces, siempre que pongo los pies en el
mar la noche de San Juan lo veo resplandecer.