La historia de su desgracia era, empero, muy común, no asà la de su curación, que merece ser relatada porque encierra un magnÃfico ejemplo de voluntad.
En un accidente automovilÃstico sufrió varias fracturas en ambas piernas y estuvo internado largo tiempo. Fue operado dos veces; permaneció largos meses con las piernas enyesadas y, al ser dado de alta, los médicos opinaron que no podrÃa ya valerse de ellas, y le recomendaron el uso de una silla con ruedas para moverse.
Perspectivas tan desconsoladoras abrieron las puertas a una profunda angustia que invadió su espÃritu. Pero un dÃa se propuso vencer al mal.
Por las noches, mientras sus familiares dormÃan, se levantaba con gran cuidado y, apoyándose en los muebles más cercanos, consiguió tras lento pero constante y doloroso adiestramiento, dar los primeros pasos.
Después de varios meses de repetir, noche tras noche, el agotador esfuerzo y cuando calculó que sus piernas habÃan adquirido la elasticidad y el vigor necesarios para darle apoyo, encargó a un amigo un par de bastones-muletas, rogándole se los trajera en el mayor secreto, pues querÃa dar una sorpresa a sus padres.
Y un dÃa, mientras la familia almorzaba, él se presentó emancipado para siempre de la silla de ruedas. ¡Su voluntad habÃa ganado la incruenta batalla! Al verlo andar por sus propios medios, todos quedaron atónitos; la madre fue la primera en levantarse y correr a abrazarlo, llorando de alegrÃa.
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