Allá por los años de La Llorona, cuando en México pasaban cosas increÃbles y asombrosas, vino a Toluca un extraño y misterioso matrimonio formado por Don Carlos López y Mendoza un viejo español, muy entrado en años, de aspecto huraño, y antipático y Carmen una encantadora muchacha de tez pálida y morena, poseedora de unos ojos que alumbraban como luceros.
El matrimonio ocupó una de las casitas del callejón de esta leyenda, casa que, por su lujo, por la riqueza de sus muebles y por el ambiente de misterio que rodeaba a sus moradores, habÃa cautivado por completo la atención y la curiosidad de los desocupados y murmuradores vecinos del barrio del Carmen.
Algo muy grave debÃa haber entre ambos, porque nunca se hablaban a la hora de las comidas; la señora se pasaba la mayor parte del dÃa encerrada en su recámara, llorando inconsolablemente y besando el retrato de un niño pequeño que se le parecÃa mucho, un dÃa en medio de un mar de lágrimas, sollozando desesperadamente, la mujer demandaba con voz conmovedora: - ¡Carlos, mi hijo!, devuélveme mi hijo! –