Monstruos de mar
No
tenÃa sueño, entonces decidà dar un paseo por el muelle. Estaba pasando
unos dÃas en una casa situada en una colina cercana al mar. La noche
estaba clara, en el mar se desparramaban sendos reflejos de luna. Bajé
por el camino escalonado que llegaba hasta el muelle, que era pequeño y
de madera. Esa noche ningún bote estaba amarrado en él. Una bruma muy
tenue envolvÃa el lugar. Bajo las maderas el agua golpeaba contra los
pilares con un rÃtmico rumor.
Parado
frente al mar, en aquella soledad, reflexioné sobre los misterios que
aún ocultan sus profundidades, en los abismos de eterna oscuridad donde
se deslizan seres asombrosos. Me imaginé seres colosales, pulpos
gigantescos, calamares de monstruoso tamaño y peces de aspecto
extraterrestre. En medios tan hostiles, donde la vida evolucionó de
forma diferente, es muy probable que existan animales terribles,
tiburones que sobrepasen el tamaño de una ballena, antiguos dinosaurios,
pensé.
Y
en medio de esas reflexiones y fantasÃas, un ruido me hizo volver a la
realidad, un ruido en el mar, como de algo que se agitaba en el agua, y
al mirar hacia el lugar de donde provenÃa dicho ruido, vi que algo
inmenso terminaba de sumergirse, y el agua se agitó y golpeó con más
fuerza bajo el muelle.
Presa
de un terror repentino huà hacia la casa, subiendo a toda prisa el
camino escalonado. Miré hacia atrás al llegar a la cima, el mar estaba
tranquilo y nada rompÃa su superficie.
Pasé
la mayor parte de esa noche despierto. Lo poco que dormà fue entre
pesadillas con monstruos acuáticos, horribles tormentas marinas y la
oscuridad ahogante de los abismos oceánicos, donde me veÃa descendiendo
sin parar.
Por la mañana los dueños de la casa me invitaron a pasear en bote; de sólo pensarlo me estremecÃ.
Inventé
una excusa para no ir y, esa misma tarde regresé a mi hogar, que por
suerte está muy lejos del mar y de lo que asecha en sus
profundidades.