El comité de bienvenida no podÃa ser menos que los osos, todos ellos estaban ahÃ: los osos panda, los osos pardos, los osos polares, los osos hormigueros; para abrazarlos, dejarse agarrar por las orejitas, para que se recostaran en sus panzas gordotas y jugar el rato que quisieran con ellos. Como la Ciudad tenÃa varios niveles, se organizaban grupos para que no se llenaban todos los mismos lugares. Unos empezaron a dar un recorrido en elefante por el nivel bajo, para ver las cosas que después podrÃan hacer, los elefantes estaban esperándolos sentados en fila india y, con ayuda de una escalera, subÃan tres en cada uno. El guÃa era ni más ni menos que un precioso loro, cada guÃa-loro era de distintos colores, y les contaba todas las cosas que habÃan. |
Un grupo de niños optó por ir a la playa, allà se encontraron con unos cuantos delfines-barca dispuestos a llevarlos a dar un paseo, por cada barca de cuatro delfines podÃan subir solo seis niños, pasando ambas manos por las fuentes de agua y adivinando la adivinanza para ver qué tipo de viaje podÃan hacer. Una vez que estuvieran un poco mar adentro, empezaba un gran show de delfines saltarines y mirando hacia abajo de la barca, através de un suelo transparente, un baile de peces alegres. |
Cuando llegaban de su viaje marino, podÃan concursar haciendo castillos de arena, antes de empezar tenÃan que mojar su mano derecha para calibrar su inteligencia y al terminar la construcción, la izquierda para medir el cariño puesto, el ganador tenÃa como gran recompensa que su castillo se convertÃa en uno real durante toda su estadÃa en la Ciudad. Aquella frontera de la Ciudad Fantástica estaba poblada de bellÃsimos castillos, con todas las ilusiones de los niños hechas realidad. El dueño del castillo se convertÃa en Principe del Castillo de las Ventanas, o de los Picos, o de los Puentes o lo que fuera que resaltara de la ingeniosa obra arquitectónica. En el nivel mediano se encontraban los juegos con cubos que se podÃan usar para hacer construcciones enormes, trepar, combinar colores, formas geométricas distintas o hacer un robot con cubos de tela, y que después se mueve simplemente al escuchar la voz de su creador -- sin olvidarse de mojar las dos manos a la vez en sus respectivas fuentes--, pelotas gigantes con las que poder saltar como un canguro, redes para subir y jugar a ser el hombre araña, y tantas cosas para subir, poner, quitar, revolver, disfrazar, que no se terminarÃa nunca de explicar. Si subÃan al nivel alto, tenÃan que mojar a la entrada sus dos manitos, porque aquà todo funcionaba de acuerdo con la edad y la sensibilidad de los chiquitos. Una de las primeras cosas que se encontraban era una banda de payasos-músicos que cantaba y tocaba todas las canciones infantiles de siempre, y si por casualidad alguien cumplÃa años, se le cantaba su canción correspondiente. Los mismos músicos guiaban a los pequeños por todo este nivel, llevándolos mágicamente por todas las atracciones. El redoble de los tambores anunciaba algo excitante y sorprendente que hizo por un momento un silencio que se oÃa desde lejos ... AUTOR: ANONIMO |