HabÃa un león que no era enojoso, ni cruel, ni violento, sino tratable y justo como una buena creatura, que llegó a ser el rey.
Bajo su reinado se celebró una reunión general de los animales para disculparse y recibir mutua satisfacción: el lobo dio la paz al cordero, la pantera al camello, el tigre al ciervo, la zorra a la liebre, etc.
La tÃmida liebre dijo entonces:
-- He anhelado ardorosamente ver llegar este dÃa, a fin de que los débiles seamos respetados con justicia por los más fuertes.Â
E inmediatamente corrió lo mejor que pudo.
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Cuando en un Estado se practica la justicia, los humildes pueden vivir tranquilos..., pero no deben atenerse.
Un hábil gato hacÃa tal matanza de ratones, que apenas veÃa uno, era cena servida. Los pocos que quedaban, sin valor para salir de su agujero, se conformaban con su hambre. Para ellos, ese no era un gato, era un diablo carnicero. Una noche en que el gato partió a los tejados en busca de su amor, los ratones hicieron una junta sobre su problema más urgente.Â
Desde el principio, el ratón más anciano, sabio y prudente, sostuvo que de alguna manera, tarde o temprano, habÃa que idear un medio de modo que siempre avisara la presencia del gato y pudieran ellos esconderse a tiempo. Efectivamente, ese era el remedio y no habÃa otro. Todos fueron de la misma opinión, y nada les pareció más indicado.
Uno de los asistentes propuso ponerle un cascabel al cuello del gato, lo que les entusiasmó muchÃsimo y decÃan serÃa una excelente solución.Sólo se presentó una dificultad: quién le ponÃa el cascabel al gato.
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¡Yo no, no soy tonto, no voy!
-- ¡Ah, yo no sé cómo hacerlo!Â
En fin, terminó la reunión sin adoptar ningún acuerdo.
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