“Esta mañana arrojé el diario contra la pared. No estoy segura de por qué lo hice. Antes pensaba que los periódicos se centraban en las tragedias, pero ahora sé que lo único que les atrae es la violencia, que la muerte sin ella no interesa, por más que sea colectiva y te deje sola, que es la tragedia más grande que hayâ€. Asà comenzaba el diario personal de Eriel, el que durante una década estuvo a la venta en una feria callejera de objetos usados, el que nadie compró al ojear sus primeras páginas y el que hace dos semanas fue adquirido por el Reina SofÃa al conocer el contenido de todas las demás.Â
 Cabe puntualizar que las notas no eran registradas con fechas, pero dicho documento adquiere la categorÃa de diario, y no de libro de apuntes, porque Eriel, cada vez que escribÃa, señalaba si era un lunes, jueves o sábado; envolviendo una historia lineal en una secuencia circular de dÃas de la semana. Sin embargo, por los datos registrados y las averiguaciones realizadas por la actual institución propietaria, se estima que las vivencias descritas transcurrieron entre 1974 y 1979.  Un viernes en el que Eriel cayó en una de sus recurrentes depresiones, fue socorrida por un débil recuerdo extraÃdo de su infancia, cuando sus padres le aplacaban sus ganas de ser mayor, cantándole: “Si de verdad quieres crecer y no envejecer nunca vayas deprisa ni tampoco lento el secreto es ir a la inversa del tiempo pero nunca deprisa ni tampoco lento sólo hay que ir a la velocidad del tiempo para asà comenzar a crecer y no envejecer  El que acelera el paso descubre la nostalgia el que se queda en el momento se queda mas el que decide crecer conservando al niño avanza hacia atrás recuperando su inicio y los recuerdos que traspasan el ombligo (bis)…â€.  Cuando era niña no le prestaba mucha atención a la letra, sólo se dejaba llevar por la melodÃa que la hacÃa sentir arropada por un hogar. Recordaba algo más que la voz cálida de sus padres, recordaba cada uno de los instrumentos que armonizaban la letra; y, envuelta en esas sensaciones, comenzó a sentirse bien, verdaderamente bien. Era como si el recuerdo pasara a ser un presente que la introducÃa en un espacio donde la tristeza y la rabia estaban prohibidas. No obstante, el hambre y luego el sueño la sacaron de su burbuja, pero la sonrisa se quedó en su rostro.  A la mañana siguiente, Eriel se despertó con la firme idea de conseguir esa canción –cruzada que marcó el interés del museo por el diario–. Recorrió todas las discográficas de su ciudad sin éxito, y tampoco lo tuvo al preguntarle a sus amigos y conocidos. A raÃz de eso, dejó su trabajo, cogió una mochila y recorrió todos los paÃses hispanohablantes durante unos cuatro años.  Debido al desconocimiento de los entendidos, y no entendidos, decidió preguntarle a cualquier desconocido si le sonaba esa canción (Eriel estaba segura de que no era una canción inventada por sus padres, porque recordaba con claridad la música, y ellos no sabÃan tocar ningún instrumento ni mucho menos componer). Asà que Eriel ingenió muchas formas para llegar a la gente y otras tantas para conseguir financiación, que fueron narradas hasta la penúltima página del diario. Coordinó una serie de obras con el Teatro de los Andes para adentrarse en decenas de comunidades recónditas, convenció a Alberto Spinetta y a Mercedes Sosa para realizar actuaciones en varias ciudades y pueblos de Argentina… y montó un centenar de acciones con actores callejeros y músicos de 18 paÃses. Pero ninguna persona le dio lo que buscaba.  Al terminar su diario, en el lunes final, Eriel escribió: “Convencida de que yo era quien le habÃa puesto instrumentos a esa canción familiar, decidà irme a cualquier parte. Estiré la mano y un autobús amarillo se detuvo. HabÃa un asiento vacÃo junto a la ventana, al lado de un niño que llevaba un mandil con el nombre Gonzalo bordado en el pecho. El bus comenzó a moverse mientras yo no podÃa retener las lágrimas de impotencia, de fracaso. Traté de animarme para no llamar la atención y por manÃa comencé a tararear la melodÃa de mi canción. Y ese niño, Gonzalo, comenzó a cantar, y le siguió un joven canoso, y después un hombre muy arrugado que estaba delante, y siguieron todos los demás, hasta el chofer. Era hermoso escucharlos…  El que acelera el paso descubre la nostalgia el que se queda en el momento se queda mas el que decide crecer conservando al niño avanza hacia atrás recuperando su inicio y los recuerdos que traspasan el ombligo
 Si de verdad quieres crecer y no envejecer recuerda que el juego es el principio de todo y recuerda que ser parte es el único modo pero es necesario que recuerdes ante todo que sin arrugas nunca encontrarás el modo de retomar las huellas para no envejecer…  Y mientras los escuchaba, me di cuenta de que el bus avanzaba marcha atrás†|