Pinocho
Hace mucho tiempo, un carpintero llamado Gepeto, como se sentÃa muy solo, cogió de su taller un trozo de madera y construyó un muñeco llamado Pinocho.
–¡Qué bien me ha quedado! –exclamó–. Lástima que no tenga vida. Cómo me gustarÃa que mi Pinocho fuese un niño de verdad. Tanto lo deseaba que un hada fue hasta allà y con su varita dio vida al muñeco.
–¡Hola, padre! –saludó Pinocho.
–¡Eh! ¿Quién habla? –gritó Gepeto mirando a todas partes.
–Soy yo, Pinocho. ¿Es que ya no me conoces?
–¡Parece que estoy soñando! ¡Por fin tengo un hijo!
Gepeto pensó que aunque su hijo era de madera tenÃa que ir al colegio. Pero no tenÃa dinero, asà que decidió vender su abrigo para comprar los libros.
SalÃa Pinocho con los libros en la mano para ir al colegio y pensaba:
–Ya sé, estudiaré mucho para tener un buen trabajo y ganar dinero, y con ese dinero compraré un buen abrigo a Gepeto.
De camino, pasó por la plaza del pueblo y oyó:
–¡Entren, señores y señoras! ¡Vean nuestro teatro de tÃteres!
Era un teatro de muñecos como él y se puso tan contento que bailó con ellos. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no tenÃan vida y bailaban movidos por unos hilos que llevaban atados a las manos y los pies.
–¡Bravo, bravo! –gritaba la gente al ver a Pinocho bailar sin hilos.
–¿Quieres formar parte de nuestro teatro? –le dijo el dueño del teatro al acabar la función.
–No porque tengo que ir al colegio.
–Pues entonces, toma estas monedas por lo bien que has bailado –le dijo un señor.
Pinocho siguió muy contento hacia el cole, cuando de pronto:
–¡Vaya, vaya! ¿Dónde vas tan deprisa, jovencito? –dijo un gato muy mentiroso que se encontró en el camino.
–Voy a comprar un abrigo a mi padre con este dinero.
–¡Oh, vamos! –exclamó el zorro que iba con el gato–. Eso es poco dinero para un buen abrigo. ¿No te gustarÃa tener más?
–SÃ, pero ¿cómo? –contestó Pinocho.
–Es fácil –dijo el gato–. Si entierras tus monedas en el Campo de los Milagros crecerá una planta que te dará dinero.
–¿Y dónde está ese campo?
–Nosotros te llevaremos –dijo el zorro.
AsÃ, con mentiras, los bandidos llevaron a Pinocho a un lugar lejos de la ciudad, le robaron las monedas y le ataron a un árbol.
Gritó y gritó pero nadie le oyó, tan sólo el Hada Azul.
–¿Dónde perdiste las monedas?
–Al cruzar el rÃo –dijo Pinocho mientras le crecÃa la nariz.
Se dio cuenta de que habÃa mentido y, al ver su nariz, se puso a llorar.
–Esta vez tu nariz volverá a ser como antes, pero te crecerá si vuelves a mentir –dijo el Hada Azul.
AsÃ, Pinocho se fue a la ciudad y se encontró con unos niños que reÃan y saltaban muy contentos.
–¿Qué es lo que pasa? –preguntó.
–Nos vamos de viaje a la Isla de la Diversión, donde todos los dÃas son fiesta y no hay colegios ni profesores. ¿Te quieres venir?
–¡Venga, vamos!
Entonces, apareció el Hada Azul.
–¿No me prometiste ir al colegio? –preguntó.
–Sà –mintió Pinocho–, ya he estado allÃ.
Y, de repente, empezaron a crecerle unas orejas de burro. Pinocho se dio cuenta de que le habÃan crecido por mentir y se arrepintió de verdad. Se fue al colegio y luego a casa, pero Gepeto habÃa ido a buscarle a la playa con tan mala suerte que, al meterse en el agua, se lo habÃa tragado una ballena.
–¡Iré a salvarle! –exclamó Pinocho.
Se fue a la playa y esperó a que se lo tragara la ballena. Dentro vio a Gepeto, que le abrazó muy fuerte.
–Tendremos que salir de aquÃ, asà que encenderemos un fuego para que la ballena abra la boca.
Asà lo hicieron y salieron nadando muy deprisa hacia la orilla. El papá del muñeco no paraba de abrazarle. De repente, apareció el Hada Azul, que convirtió el sueño de Gepeto en realidad, ya que tocó a Pinocho y lo convirtió en un niño de verdad.