Los oficios de ZacarÃas
ZacarÃas leyó el diario y encontró un aviso que solicitaba "peluquero experimentado". Lo leyó varias veces y, a pesar de que no sabÃa lo que significaba "experimentado", decidió pedir el trabajo y allá fue...
Lo contrataron y le dieron un delantal blanco, un peine y una tijera y, asÃ, ZacarÃas se puso a esperar la llegada del primer cliente.
Al poco rato entró en la peluquerÃa un desprevenido señor que deseaba un corte de pelo.
ZacarÃas, muy contento, comenzó a cortar un poco por aquÃ... otro poco por allá... pero no lograba un corte parejo y, entonces, se dio cuenta de que no era tan fácil ser peluquero. Y siguió emparejando, hasta que el pobre señor quedó totalmente pelado.
Tuvo que correr más de cinco cuadras para escapar del enfurecido cliente y del dueño de la peluquerÃa.
Pero como ZacarÃas necesitaba trabajar, decidió intentar otro oficio y, esta vez, se convirtió en "albañil".
"Esto sà que es fácil", pensó, "sólo hay que poner ladrillos uno sobre otro... ¡y listo!
Asà lo hizo; sólo que cuando terminó de levantar las cuatro paredes, se habÃa olvidado de hacer el hueco de las ventanas y de la puerta y, lo peor, fue que él habÃa quedado atrapado dentro.
Hubo que derrumbar media casa para rescatarlo y, por supuesto, perdió el empleo.
ZacarÃas probó trabajar como "sastre" y resultó un "desastre" y de la sastrerÃa también lo echaron.
Esta vez se encontraba algo desalentado, pero igualmente tomó el trabajo de "plomero".
Cuando terminó de conectar todas las tuberÃas sin contratiempos, creyó que por fin habÃa encontrado el oficio adecuado y se sintió satisfecho.
Claro que esa satisfacción le duró muy poco porque, cuando la dueña de casa fue a cocinar y quiso encender el horno, se le llenó de agua y el pato que estaba en la fuente se fue nadando...
ZacarÃas habÃa hecho tal mezcolanza de tuberÃas, que para que saliera agua por la canilla habÃa que descolgar el teléfono y para hablar por teléfono meterse en la ducha. El televisor se encendÃa con la llave de luz del comedor y la luz del comedor, abriendo la canilla de la cocina.
En fin, ¡un completo fracaso!
Esta vez sà que ZacarÃas se encontraba verdaderamente desalentado, pero ¡muuuy, muy desalentado!
Y fue su abuelito el que con mucha sabidurÃa y cariño le encontró la solución del problema:
-Pero ZacarÃas, ¿por qué te empeñás en realizar oficios que no conocés? -preguntó el abuelo.
-Lo que pasa es que yo no sé hacer nada bien -contestó muy triste ZacarÃas.
-No es verdad; lo que pasa es que no sabés buscar trabajo porque hay algo que sabés hacer muy bien y que te gusta -dijo el abuelo.
Y era cierto porque a ZacarÃas le gustaban las plantas y tenÃa un hermoso jardÃn.
Ahora, gracias a su abuelo, sabÃa que podÃa convertirse en un buen "jardinero".