Una enorme jirafa se acercó a beber en un rÃo.
Miró alrededor por si habÃa cerca algún león. TenÃa que tener cuidado, ya que muchas veces los leones las atacaban cuando estaban bebiendo.
Abrió sus patitas delanteras para poder bajar su largo cuello y se acercó al agua.
AllÃ, vió una sombra y se asustó un poco, enseguida observó que un pequeño león se escondÃa en un arbusto. Era LeonÃn, un pequeño león que se habÃa perdido.
LeonÃn, miró hacia el cuello de la gran jirafa que parecÃa no acabarse nunca. Cuando al fin vió su cara, unos enormes ojos negros le miraban.
El leoncito giró su cabeza y agachó las orejas.
Avanzó la jirafa, a paso lento y tranquilo, hacia él, le tendió la patita.
El león la acarició y ambos perdieron el miedo.
La jirafa le preguntó: - ¿Cómo estás tan lejos de tu casa?.
Verás, le dijo el león.
¡Me perdÃ, por salir corriendo detrás de una gacela!.
¡Sólo querÃa jugar!.
¡Corrà muy veloz hasta quedar agotado!.
¿Qué ocurrió después?.
La gacela se espantó y yo me quede en este lugar.
Estaba muy asustado, pero soy un león valiente, ¡no querÃa llorar!.
¡Estoy tan cansado, dijo el leoncito.
Ven, vamos hasta aquel árbol, - le dijo la jirafa – allà descansaremos.
El león se acurrucó entre las patitas de la jirafa y se quedó dormido junto a ella.
Juntitos muy juntitos para darse calor.
Pasaron largos dÃas, la jirafa cuidaba de él, le alimentaba y le daba cariño como si fuera su mamá.
Un dÃa le explicó que tal vez, dentro de un tiempo tendrÃa que volver con los demás leones, pues era lo mejor para el leoncito.
Una mañana, el león bebÃa en el rÃo, cuando unos leones se acercaron a él.
La jirafa les observaba desde un alto. Contempló como el león se habÃa encariñado con ellos.
HabÃa llegado el momento de partir.
Ella vió como se alejaba el leoncito para siempre, pero a pesar de todo estaba feliz, porque él, habÃa encontrado a su nueva familia.