Ayer
fue el dÃa más triste de mi vida: enterré a mi madre. Cuando miré su dulce y
adorable cara y su cabello plateado por el tiempo, me di cuenta que esa serÃa
la última vez que la verÃa. Muchos pensamientos vinieron entonces a mi mente:
Cuando por las tardes o las noches no tenÃamos quien nos cuidara a los niños,
acudÃamos a mi madre, porque no querÃamos perdernos la función de cine, o la
fiesta en casa del amigo. Ella nunca se negó, jamás nos dijo que tenÃa otros
planes o yo no quise darme cuenta. En una ocasión, me prometà comprar un boleto
extra, y llevarla a ver las pelÃculas que le gustaban. Pero nunca compré el
boleto.
Una
vez nos encontramos en la panaderÃa y vi que su suéter estaba un poco desteñido
y viejo. Entonces pensé que deberÃa llevarla al centro, y comprarle uno nuevo.
SabÃa que, aunque ella lo necesitaba, nunca me lo pedirÃa, asà era ella. Pero
siempre tuve otras cosas que hacer, y mi madre siguió con su suéter viejo
Recuerdo su último cumpleaños. Le mandamos unas azaleas blancas
bellÃsimas, con una nota que decÃa:
"Lamentamos
no poder estar contigo en esta fecha, pero con estas flores te enviamos todo
nuestro amor". Esa tarde, habÃa un programa de televisión muy importante,
y por la noche estábamos invitados a una fiesta.
Recuerdo
la última vez que vi a mi madre viva; fue en la boda de un primo, se veÃa más
viejecita y cansada. Entonces pensé en mandarla a unas vacaciones con su
hermano en la costa. Que se asoleara un poco, para que no se viera tan pálida.
Pero nunca lo hice, siempre tuve, supuestamente, cosas más importantes que
hacer.
Si
yo pudiera regresar las hojas del almanaque, le comprarÃa todos los suéteres
del mundo, la llevarÃa al cine, y pasarÃa todos sus cumpleaños a su lado. Si yo
pudiera regresar en el tiempo, la mandarÃa a ver a su hermano, y a todos los
sitios que quisiera ir.
Pero
es muy tarde ya. Ella está en el Cielo, y yo estoy aquÃ, enfermo del
corazón por todas las oportunidades perdidas. Qué diferente hubiera sido,
si hubiera leÃdo una carta como ésta.
Un
hijo