El hornero SerafÃn
El hornero SerafÃn puso un enorme cartel frente a su nido, que decÃa: "ARQUITECTO SERAFÃN", construye su casa de medida.Enseguida corrió la noticia entre todos los habitantes del bosque y sus alrededores.Emilia, la nutria que vivÃa junto al rÃo, fue la primera en encargarle una casa nueva porque ya estaba cansada de que se le inundara la suya cada vez que crecÃa el rÃo. Y por eso le pidió a SerafÃn que le construyese otra mejor.SerafÃn, que era un gran arquitecto, se puso a trabajar: primero hizo muchos cálculos, después los planos y por último, ¡una casa junto al agua y a prueba de inundaciones!Emilia estaba requetecontenta con su nuevo hogar: era de madera, sobre cuatro patas y con una escalera.Claro, con una vivienda tan alta, por más que creciese el rÃo, ¡nunca podrÃa alcanzarla!También el puma MatÃas quiso una casa mejor porque, durante el invierno, la cueva donde vivÃa era muy frÃa y húmeda.Entonces SerafÃn le construyó una cabaña de lujo, al pie de las sierras, con paredes de piedra, resistentes a cualquier tormenta y una estufa de leña con una chimenea, para que las noches de invierno no fueran tan frÃas. MatÃas podrÃa dormir tranquilo, aunque cayera mucha nieve.Y SerafÃn se hizo tan, pero tan famoso, que un dÃa recibió una carta nada menos que, ¡del Polo Norte! Carolina la foca, le encargaba una casa.Esta vez, el hornero tuvo que consultar un enorme libro, muy morrocotudo, para saber cómo se edificaban las viviendas en lugares tan, pero tan requetefrÃos como el Polo.Por suerte, la explicación era clara: tenÃan forma redonda, se hacÃan con bloques de hielo y se llamaban "iglúes".A SerafÃn le parecÃa muy extraño. Él habÃa trabajado con ladrillos, piedras, madera y también adobe, como en su nido, ¡pero nunca con hielo!A pesar de todo, puso manos a la obra y construyó un bonito "iglú", igualito al de la foto que mostraba el libro importante y morrocotudo.También fabricó un cajón muy grande para meter adentro y enviar el iglú al Polo Norte.Los amigos de SerafÃn lo acompañaron al puerto y todos juntos despacharon el gran cajón, con una etiqueta que decida: Sra. Carolina la Foca; de parte de SerafÃn, el hornero arquitecto.El viaje fue muuuy largo y el barco pasó por lugares donde hacÃa muuucho calor. Y fue por ahà donde el iglú se derritió... y el agua se escurrió entre las maderas del cajón... y el cajón... ¡quedó vacÃo!Por, eso, cuando Carolina la foca recibió el cajón vacÃo, exclamó entusiasmada:-¡Pero qué moderno! ¡Un iglú cuadrado y de madera! -y muy contenta se instaló adentro.Todos los pingüinos y focas del Polo, fueron a admirar el raro iglú "último modelo" de la foca Carolina.