NOCHE DE TERROR
Tra-la-la-lá, tra-la-la-lá, tranquilo, alegre iba por la
carretera 5 Sur, rumbo a San Gregorio, pueblito simpático enmarcado al
interior de la cordillera. Cantaba porque todo me habÃa resultado bien
en el transporte de carga; mi camión corrÃa a las mil maravillas por los
caminos hermosos del sur de Chile.
Este último viaje que estaba realizando significaba que estarÃa
libre por muchos dÃas, lo suficiente para estar con la familia, salir
con los niños, hacerle cariñitos a la patrona je-je-je.
Tra-la-la-lá, cantaba, ¡bum!, algo habÃa pasado, reventón de
neumático delantero, ¡cresta! apenas pude controlar la dirección. Cambio
y vuelta a salir, todo iba lo mejor, cuando ¡pum!, el trasero ¡por la
mierda! Ahora si que estoy jodido no tengo repuesto ¿Qué haré? Pensaba
rápidamente, no podÃa quedarme acá en la carretera. Remotamente me
acordaba de un caserÃo que me habÃan dicho que quedaba por estos lados.
Busqué y rebusqué por largas horas hasta que dà con el lugar, bien
escondido estaba. Me ubiqué con el camión a la entrada de este pueblucho
de mal aspecto. Comencé a caminar con cautela, era un desconocido,
afortunadamente no habÃan perros, cosa rara no encontré ningún perro o
gato en el camino.
No encontré gente para conversar, pero sà una cantina o lugar
semejante. Entré dispuesto a relacionarme con alguien que me ayudara.
Gente fuera de lo común ésta, de aspecto raro, poco comunicativa, que
fastidio, no pude sacarles nada. RespondÃan con monosÃlabos.
Comenzaba a irritarme, decidà irme como pudiera, pero empezaba a
anochecer. Encontré al dependiente del local y me pareció que podrÃa
lograr algo con él, tenÃa buen aspecto, tipo bonachón, simpático.
- ¡Hola, amigo, que tal! Necesito que me saque de un problema.
- DÃgame no más, haré lo posible, contestó.
Le expliqué todo lo acontecido - TenÃa que solucionarlo pronto- le dije.
Hoy por la noche no se puede, tiene que arreglárselas mañana, acá no
hay locales de reparación.
- ¿Dónde puedo dormir?
Si tiene amistad puede dormir en alguna casa, no hay hoteles ni cosa
parecida, la gente que está en el negocio se queda toda la noche y yo
tengo que atenderla.
¡ Mierda! Es una gente estúpida, no he conseguido sacarle nada.
SalÃ, dispuesto a dormir en el vehÃculo, en eso estaba cuando llegó otro
carro tocando la bocina, algo pasaba y no me importaba, estaba abrumado
con las cosas mÃas, me dormà pensando en el mañana.
¡Recórcholis! Algo pasaba, todo estaba oscuro, negro, no se veÃa nada.
Busqué mi linterna y enfoqué el lugar donde alguien gritaba
desaforadamente. Estaban golpeando a una persona, la tenÃan entre varios
y la sangre corrÃa por el cuerpo de la victima, ¡Dios mÃo! Se la
estaban comiendo, sangre por todas partes, chorreando por la boca
sedienta de individuos brutales comiendo como animales. ¿Quiénes eran
estos monstruos capaces de hacer algo asÃ? Y yo en el medio de esta
carnicerÃa. Con lo aterrado que estaba no atinaba a nada, ya no podÃa
hacer nada por ayudar, todo estaba concluido. Empecé a buscar como
defenderme, todo podÃa suceder. La llave inglesa, la llave rueda,
destornilladores, ¡Maldición! Nada contundente, mi navaja podrÃa servir.
Eché a andar el vehÃculo, me iba, los focos me indicaban el camino. Los
desgraciados me habÃan destrozado los neumáticos y estaban apareciendo
por todas partes, las luces me indicaban su presencia, pero estaba
rodeado. Sudaba por todas partes, el miedo me invadÃa. Una piedra
destrozó el parabrisas y apareció una mano tratando de agarrarme, era el
cantinero que mandaba esa manada hambrienta; le corté el brazo con mi
navaja y la sangre saltó por todas partes.
Ni los perros rabiosos y hambrientos podÃan igualarse a estas bestias
humanas, sacaron al cantinero que gritaba de dolor, se lo llevaron
aparte entre todos. Se lo llevaban no para protegerlo o ayudarlo, se lo
estaban comiendo también. La locura me invadió, eché a andar el
vehÃculo, lo enfilé hacia sus malditas casas. El camión es grande y
pesado, lleno de carga. Gritando eché abajo la maldita cantina con todo
lo que se interponÃa en mi camino; los neumáticos que estaban aún buenos
me respondÃan satisfactoriamente.
Mientras los energúmenos se satisfacÃan con su victima
bajé y saqué un bidón con gasolina, la esparcà por las casas y le prendÃ
fuego.
Todo era terrorÃfico, las llamas iluminaban la escena canivalesca. Lancé
el camión dispuesto a eliminar esta lacra, estaba eufórico ya nada me
detenÃa, los cuerpos saltaban por el aire, atropellados, machacados. No
me seguÃan, estaban atareados con los cuerpos de sus compañeros, salà de
este lugar maldito y llegué nuevamente a la carretera.
Seguà durante horas como pude con el camión, hasta que la fatiga me
venció y el sueño vino a reconfortarme de la pesadilla sufrida. Desperté
asustado, mirando a todos lados, la visión fantasmólica estaba presente
en mÃ. Me calmé, la alegrÃa afloró cuando vi pasar vehÃculos en todas
direcciones.
Marqué mi casa con mi celular, temblando de emoción.
- Jocelyne, estoy en camino, he tenido unos problemitas, pero los
estoy solucionando.
- ¿Qué problemas? Marco, dime donde estás.
- En San Gregorio, problemas de neumáticos, tú sabes.
Más tranquilo instalé mi CD favorito y quedé escuchando la
música mientras esperaba que vinieran a cambiarme los neumáticos,
tra-la-la-lá, tra-la-la-lá, canturreaba nerviosamente mientras pasaba el
tiempo lentamente………..Me incorporé tratando de escuchar el ruido de
motores que se acercaban. - Parece que llegan con los repuestos- me dije
interiormente aliviado por la tensión sufrida. Ya era hora de salir de
este maldito lugar.
Saludé alegremente la llegada de los mecánicos, que al
acercarse me respondieron con un gruñido; esperé pacientemente que
terminaran su trabajo.
¿Qué pasaba ahora? El camión se movÃa violentamente
amenazando volcarse y yo en la cabina tratando de salir lo más rápido
posible. Sentà un fuerte golpe y un horrible tirón; salà despedido con
puerta…..con todo hacia afuera.
Grité, un miedo espeluznante me invadÃa. Nadie me
escuchaba, estaban zamarreándome y tirando de todos lados……
¡ Papá, papá! ¿ Qué te pasa?.... Despierta.
Estaba llorando, mirando para todos lados. Me abracé con mi
hija tratando de hilvanar palabras para decirle que mi viaje
afortunadamente habÃa terminado.
AUTOR: JORGE LEON ZANCHEZ