CUENTOS DE TERROR 3

Entre la horda

Fernando miró hacia la calle por un agujero de bala que tenía la puerta metálica. Detrás de él estaban cuatro sobrevivientes que la desgracia había juntado. Uno de ellos intentó disuadirlo nuevamente:

- Fernando, no lo hagas, se van a dar cuenta y… No creo que puedas engañar a los zombies.
- Qué pierdo con intentarlo - comentó Fernando, volviéndose hacia sus compañeros -. Ah sí, mi vida, ¡ja…! Pero si no lo intento, de todas formas igual vamos a morir, moriremos de hambre.

Sus compañeros agacharon la cabeza: él tenía razón.  Fernando se despidió y salió a la calle; los otros cerraron la puerta mientra le deseaban suerte.  
La calle parecía desierta, pero él sabía que los zombies estaban por allí.    Caminaba lentamente, intentando parecerse a un zombie. Se había untado sobre la ropa la maloliente grasa de uno para oler como ellos, esperando que eso bastara para que no olfatearan su carne fresca. 
Al pasar frente a un edificio, un grupo de reanimados salió de él. Fernando metió la mano en el bolsillo donde guardaba el revolver, mas siguió con su actuación, y ésta funcionó; los zombies, que habían salido del edificio lanzando gemidos y estirando los brazos hacia él, parecieron calmarse de pronto, bajaron los brazos y empezaron a andar lento; pero para su desgracia comenzaron a seguirlo. 
Él había observado aquella conducta: los zombies tendían a agruparse siguiéndose entre si. 
Su plan era encontrar comida en algún mercado y regresar. Divisó el cartel de una tienda de víveres, y de a poco se fue desviando hacia el lugar, apartándose del putrefacto grupo que lo seguía, pero cuando iba a entrar a la tienda, un grupo mayor de zombies salió de ella. Para evitarlos, no tuvo otra salida que seguir por la calle, y nuevamente estuvo rodeado de muertos andantes. Ninguno parecía notar que él estaba vivo, aunque los que estaban más próximos emitían una especie de gruñido y levantaban la cabeza y la giraban olfateando el aire. 

El terror se fue adueñando de él, le parecía que en cualquier momento lo iban a descubrir, y lo rodeaban por todas partes, y la horda iba aumentando a medida que avanzaban.   Intentó retrasarse y así perderlos, mas al mirar sobre su hombro, vio con horror que ahora la horda se extendía como una larga procesión detrás de él. Siguió unas cuadras más. La hediondez de la muchedumbre decrépita era casi insoportable, y el terror de ser descubierto lo dominaba cada vez más.  Ya no quería soportar aquella situación, era demasiado.  Sacó el revolver y lo fue levantando lentamente hacia su cabeza. Se iba a disparar cuando una mano le aferró el brazo. Fernando volteó y su mirada se topó con unos ojos que no eran de zombie, era alguien que estaba vivo. 
Era una mujer, e igual que él fingía ser un zombie. Con los ojos, mirando hacia varios puntos de la horda, la mujer le indicó que había otros, y al observar Fernando se dio cuenta que era así. No solamente a él se le había ocurrido aquella idea.  Los infiltrados siguieron a los muertos un largo trecho hasta que pudieron apartarse. Por el momento estaban a salvo.

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Preg: 1.- ¿que se unto sobre su rropa?
grasa de zonbi para oler como ellos
lodo para pasar desapercivido
agua para oler bien
sangre para atraerlos
Preg: 2.- ¿cual era su plan?
encontrar comida
encontrar armas
encontrar rropa
salir de la ciudad
Preg: 3.- ¿que quiso hacer con su revolver?
matar a un zonbi
suicidarse
dársela a la mujer
tirarla al piso