DebÃa faltar poco para amanecer, hacia mucho frÃo en aquel desierto que por vergüenza, no aparecÃa con su nombre en ningún mapa; Elena, tirada boca arriba en la arena helada, miraba hacia el infinito, tratando (casi sin lograrlo), de mover sus dedos entumidos para apartar el cabello que cubrÃa sus ojos…querÃa poder ver las estrellas que se desvanecÃan, el cielo completo, querÃa ver a Dios completo.
“¿Donde estás?â€
Pensaba…
No podÃa hablar, tenia la garganta hinchada por haber llorado sin gritos.
“¿Me vas a dejar morir aqu� … Quiero ver a mis hijos otra vez…
Esto es un castigo?â€...
El grupo de personas con el que salió de la frontera, se habÃa desbaratado con la persecución de la patrulla. Vio correr a hombres uniformados de rostros similares a los perseguidos, golpeando e insultando a los que lograban alcanzar, ella y otro, habÃan caÃdo en un agujero tratando de ponerse a salvo.
Ahà estaba, inmóvil, casi sin respirar para no ser vista. Ya habÃan pasado muchas horas y no escuchaba ni un solo ruido, trató de incorporarse, y al apoyar su mano sobre la arena tocó otra mano frÃa, inmóvil, tiesa…era la del muchacho de catorce años que habÃa viajado desde el Ecuador para ver a su mamá, el querÃa llegar hasta Canadá.
Lo reconoció cuando los primeros rayos del sol comenzaron a iluminar aquel desierto que siempre estaba triste…
Elena se arrodilló, y comenzó a hacer una oración por la mamá del muchacho, le arrancó el rosario del cuello, se lo metió en la boca muerta y le cerró los ojos.
“En los primeros catorce años de vida, la palabra que mas se pronuncia es: “Mamá†debe ser horrible no estar ahà para escucharlaâ€.
Era parte de aquella oración a Dios que se fue tornando en quejas al cielo abierto....
“¿Cómo se sobrevive con el alma dividida por fronteras?â€
Susurraba Elena entre sollozos enojados, cortitos, que le cortaban el pecho como pequeños cuchillos.
“¿Como se sobrevive sin poder mirar todos los dÃas a tus hijos? … ¿Por qué no se puede vivir cuando tus hijos lloran de hambre? ¿Cómo se vive en un paÃs donde nunca se puede encontrar empleo? ¿Cómo demonios se sobrevive en paÃses donde el secuestro, la corrupción, los asesinatos, las violaciones a los derechos humanos son el pan nuestro de cada dÃa?†¡Contéstame! ...
El desierto conmovido, levantó un poco de polvo para acariciar la cara de Elena, querÃa consolarla; Cuantas veces habÃa escuchado esas oraciones- reclamos. Cuantos cuerpos de madres, hijos, padres, hermanos…cuantos cristos guardaba en su vientre de arena, ahà se habÃan deshecho, ahà conoció los anhelos de pretender comer todos los dÃas, ahà enterradas estaban las almas con conciencia que querÃan no solo sobrevivir ¡ellas querÃan vivir!, ahà estaban sepultados muchos últimos pensamientos, de vez en cuando, el desierto los dejaba asomarse convertidos en diminutas florecillas blancas debajo de los arbustos enanos.
“Por lo menos dame un poco de aguaâ€
Gritaba Elena a Dios mientras escarbaba en la arena con sus manos para hacerle sepultura a los anhelos sin cuerpo. El desierto se apresuró a dejar que brotara un charquito de agua helada, fue lo bastante para beber y lavarse la cara, para retirar la arena de la nariz y de entre sus dientes, suficiente para ponerse de pie y buscar un punto que le indicara una dirección a seguir.
Un destello llamó su atención a una distancia que calculó, podÃa llegar antes de que el sol quemara más, dio una ultima mirada al dolor de una mamá con hijo muerto, y comenzó a caminar…acompañada sin notarlo, por el desierto.
“¿Y aquellos cuentos de que abriste el mar rojo, de que libraste de la esclavitud a un pueblo, de que los alimentaste en el desierto?â€
Elena pensaba que Dios era más bueno antes que ahora,
“A Abraham le diste descendencia tanta como las estrellas del cielo, a mi por lo menos déjame ver a mis hijos otra vez… ya se que dicen que no soy una santa, pero sigo creyendo en ti, lo sabes, ¿verdad?â€
De pronto, el desierto la sacó de su particular oración hundiendo uno de sus pies, al tratar de no perder el equilibrio, miró hacia el norte: un trailer de compañÃa cervecera se acercaba a gran velocidad, Elena impulsivamente sacó la fuerza que da el coraje y la impotencia, apretó el estómago, y comenzó una loca carrera agitando las manos levantadas al cielo para que el chofer pudiera mirarla, el hombre del trailer la divisó al pie de la autopista y comenzó a disminuir la velocidad, hasta parar frente a ella.
Una nube de polvo envolvió a la maltrecha Elena, el desierto quiso despedirse, la abrazó en medio de un viento arenoso donde flotaban las almas y los anhelos que se habÃan quedado a vivir con él.
“¡Gracias, es usted un ángel !â€
Pudo decir Elena.
“Y usted es un milagro, pocos sobreviven en este desiertoâ€
Le contestó el ángel blanco, en inglés.
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