Ella siempre habÃa sido mi compañera de juegos y nunca fue vista en mi familia como una criada, incluso reemplazó a mi madre tras su misteriosa desaparición.
Seguà observando fascinado el árbol; si se miraba con cuidado se podÃa ver cómo de sus imponentes ramas se desprendÃan multicolores destellos de luz, como si fueran rayos de sol que inundaban cada rincón de la habitación.
Encendà las luces del living para poder leer un exótico libro que traÃa a mi mente gratos recuerdos de la infancia, pues habÃa encontrado en sus lÃneas compañÃa para mis ratos libres. AbstraÃdo leÃa palabra por palabra, página por página... en esos momentos, no existÃa el mundo a mi alrededor.
Pasaron unos minutos y no habÃa podido concentrarme nuevamente en el libro. El zumbido del viento siempre me habÃa llamado la atención y esta vez no fue la excepción. Yo creo que se oye como almas en pena que aúllan por ser liberadas de su agonÃa.
En ese momento otro extraño ruido interrumpió el agudo silbido y en mi mente se comenzaron a tejer todo tipo de paranoicas sospechas: todo hacÃa suponer que habÃa alguien merodeando la casa. Los tÃpicos miedos infantiles a la oscuridad y a los monstruos se adueñaron de mÃ. Sólo de pensar en un asesino acechando, la piel se me helaba.
Ansioso no podÃa parar de moverme, estaba alterado, necesitaba tener alguna noticia. Inesperadamente se fue la luz y los rincones, antes iluminados por las luces navideñas, se ensombrecieron nuevamente.
Sin darme cuenta, me encontraba frente a la portezuela externa que se agitaba violentamente contra la pared. Me detuve unos segundos a observar desde el exterior el profundo y oscuro sótano; sólo los fuertes relámpagos lo iluminaban hasta el fondo. Desde esa perspectiva, lucÃa como si se hubiesen abierto las puertas del infierno.