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Erase un prķncipe muy admirado en su reino. Todas las jóvenes casaderas deseaban tenerle por esposo. Pero el no se fijaba en ninguna y pasaba su tiempo jugando con Zapaquilda, una preciosa gatita, junto a las llamas del hogar. |
| Un dÄ·a, dijo en voz alta: |
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| Eres tan carińosa y adorable que, si fueras mujer, me casarķa contigo. |
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| En el mismo instante apareció en la estancia el Hada de los Imposibles, que dijo: |
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| PrÄ·ncipe tus deseos se han cumplido |
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El joven, deslumbrado, descubrió junto a el a Zapaquilda, convertida en una bellķsima muchacha.
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Al dķa siguiente se celebraban las bodas y todos los nobles y pobres del reino que acudieron al banquete se extasiaron ante la hermosa y dulce novia. Pero, de pronto, vieron a la joven lanzarse sobre un ratoncillo que zigzagueaba por el salón y zampįrselo en cuanto lo hubo atrapado.
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El prķncipe empezó entonces a llamar al Hada de los Imposibles para que convirtiera a su esposa en la gatita que habķa sido. Pero el Hada no acudió, y nadie nos ha contado si tuvo que pasarse la vida contemplando como su esposa daba cuenta de todos los ratones de palacio.
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