Un hombre, pasando por un monte, encontró una culebra que ciertos pastores habÃan atado al tronco de un árbol, y, compadeciéndose de ella, la soltó y calentó. Recobrada su fuerza y libertad, la culebra se volvió contra el hombre y se enroscó fuertemente en su cuello.
El hombre, sorprendido, le dijo: - ¿Qué haces? ¿Por qué me pagas tan mal? Y ella respondió: - No hago sino obedecer las leyes de mi instinto. Entretanto pasó una raposa, a la que los litigantes eligieron por juez de la contienda. - Mal
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podrÃa
juzgar - exclamó la zorra -, lo que mis ojos no vieron desde el comienzo. Hay
que reconstruir los hechos. Entonces el hombre ató a la serpiente, y la zorra,
después de comprobar lo sucedido, pronunció su fallo. - Ahora tú - dirigiéndose
al hombre, le dijo -: no te dejes llevar por corazonadas, y tú - añadió,
dirigiéndose a la serpiente -, si puedes escapar, vete.
Moraleja: atajar al
principio el mal, procura; si llega a echar raÃz, tarde se cura. Rosa Inés
MartÃnez. Tomado de “Fábulas para niñosâ€,