Pedro camina por un solitario callejón en una frÃa noche rumbo al metro, las lámparas tintinean, dando apenas un poco de luz en episodios, que son suficientes para dar paso firme, pero no para ver más allá de sus propios pies. Cuando falta poco para llegar a su destino se siente un poco nervioso al escuchar pisadas al mismo ritmo que las suyas, se detiene un momento, con la esperanza de estarce confundiendo y que los pasos que se oyen no sean más que el eco de los suyos, pero para su mala suerte, las pisadas continúan, avanzando más velozmente, emprendiendo ya una carrera. El chico asustado corre con todas sus fuerzas hasta salir del callejón. Se encuentra entonces con una calle mas iluminada al dar la vuelta en la esquina.
Justo detrás de él ve a un señor salir caminando también con paso apresurado, Pedro tenÃa miedo de ser atracado en el oscuro callejón, pero al ver la cara de aquel hombre le pareció una persona confiable, y se sintió algo tonto con el susto. Entonces el señor se acerca y le dice: – Hombre muchacho, que carrera has dado, yo que querÃa alcanzarte para que nos hiciéramos compañÃa los dos – el joven con una sonrisa en el rostro le responde: - discúlpeme pero es que me asustó creà que era algún malandro – el señor suelta una carcajada y se dirige a él: - Yo más bien tenÃa miedo de toparme algún fantasma en la oscuridad – el muchacho con una expresión de desaprobación replica – hay que tenerle más miedo a los vivos que a los muertos, los fantasmas no existen, ¿Acaso usted cree en ellos? – entonces el señor pone seriedad en su rostro, y le dice: - Yo si… - mientras se desvanece, convirtiéndose en una ligera bruma que se lleva el viento.
Pedro corrió entonces sin detenerse hasta llegar al metro y jamás volvió por ese callejón.
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