Una familia pequeña familia de tan solo tres miembros tenÃa un pasatiempo en común, solÃan armar rompecabezas. Era tanta su habilidad con ellos que los terminaban en una sola noche aunque fueran miles de piezas.
Buscando nuevos retos adquirieron un rompecabezas de madera en una tienda de antigüedades. Lo que habÃa de especial en el es que pertenecÃa a otro siglo, y no habÃa forma de saber cuál era la imagen final a diferencia de los comunes en los que se muestra en la caja la figura por armar. Además estaban motivados por el hecho de saber que fue creado por un criminal ejecutado en Baviera por crÃmenes singularmente horribles.
Cuando llegaron a casa se tiraron sobre el suelo, no pensaban más que develar los secretos tras aquellas piezas. Al principio hablaban entre sÃ, pero poco a poco se hundieron en el silencio. Les urgÃa saber en qué acabarÃan sus esfuerzos. Esperaban dar forma a un castillo, un paisaje campestre o, en todo caso, una famosa pintura. Se obsesionaron con terminar.
El perro ladró numerosas veces al escuchar ruidos; pero sus dueños, excesivamente concentrados en su tarea, ignoraron las advertencias del animal. Una figura empezaba a tomar forma, ya se habÃan reconocido entre las piezas ensambladas, incluyendo al perro, y quizá la curiosidad los movÃa a completar la obra para saber si en la escena aparecÃa alguien más. Alguna fuerza inexplicable les impedÃa suspender la actividad.
La mañana siguiente la mujer de la limpieza encontró los cadáveres de la familia y la mascota brutalmente mutilados, la misma imagen se reproducÃa perfectamente en el rompecabezas, parecÃa una fotografÃa tomada a la sangrienta escena. La policÃa fue incapaz de deducir lo ocurrido y, desde luego, jamás encontró al responsable.
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