Allá en tiempos remotos, un tal Heliodoro, muchacho de trece años, al verse castigado por su maestro, escapóse y se ocultó en una cueva junto al rÃo, en donde permaneció sin comer durante dos dÃas. Apareciéronsele entonces dos hombrecillos, y le dijeron:
-SÃguenos, y te llevaremos a la Tierra de las Delicias.
Siguióles Heliodoro por un oscuro pasaje subterráneo, hasta llegar a un rico y hermoso paÃs, pero en el cual no habÃa ni sol, ni luna, ni estrellas; únicamente estaba iluminado por luz crepuscular. Los dos hombrecillos presentaron a Heliodoro ante su rey, y éste le hizo compañero de su hijo mayor. Todos los habitantes de la Tierra Crepuscular eran muy pequeños, pero hermosÃsimos y con una larga cabellera de oro que les llegaba hasta los hombros. El rey de la Tierra Crepuscular permitió a Heliodoro volver a su casa por el pasaje subterráneo y visitar a su madre; el joven aprovechó el permiso, y como explicase a su madre que vivÃa "n una tierra tan rica, le rogó ella que le trajera algunos de sus tesoros.
A fin de satisfacer los deseos de su madre, la primera vez que jugó con el hijo del rey, le robó una pelota de oro, y fuese corriendo con ella a su madre. Pero los dos hombrecillos persiguieron al muchacho y lo alcanzaron en el preciso momento de pasar la puerta del subterráneo; tomáronle la pelota de oro y partieron.
Heliodoro, muy triste por haber robado la pelota de oro, quiso ir al rey a pedirle perdón, pero el pasaje en la cueva junto al rÃo estaba cerrado, y nunca más volvió a abrirse para Heliodoro.