Érase una vez un pequeño bosque formado por cientos de árboles pequeñitos que crecÃan todos juntos. HabÃan sido plantados por un anciano labrador.
En esa zona del monte
soplaba mucho viento y eso molestaba enormemente a los árboles. Éstos se inclinaban para evitar las embestidas del fastidioso viento.
El anciano
no querÃa que los árboles se inclinaran
y les ponÃa estacas para que crecieran rectos. SabÃa que esto molestaba
a los árboles pero también sabÃa que era necesario para que crecieran
sanos y fuertes.
Sin embargo, un dÃa el
anciano murió. Los árboles por fin se sintieron libres de crecer a su
manera y empezaron a inclinarse y a torcerse para minimizar las
molestias del viento.
Sin embargo, en el centro del bosque crecÃa un árbol que
se esforzaba en crecer recto. SabÃa que esto era bueno para su salud aunque tuviera que aguantar al impertinente viento.
Pasaron los años y el bosque siguió creciendo. Sin embargo, sus árboles
no aguantaban dicho crecimiento
pues estaban tan torcidos que cualquier incremento de volumen hacÃa que
crujiesen por dentro, provocándoles mucho más dolor y molestias que el
viento.
Todas las noches se escuchaban
los crujidos de los árboles torcidos.
Tal era el sonido de los crujidos que muchos habitantes del lugar
conocÃan a esa zona del monte con el nombre del "bosque de los
lamentos".
Sin embargo, el árbol del centro siguió haciéndose cada vez más
fuerte y esbelto. El viento ya no le molestaba tanto.