El manzano
El lunes, el cielo estaba de color azul primavera. Blancas nubes se desplazaban por encima.
Los árboles en el huerto estiraban sus ramas como queriendo hacer bajar las nubes.
El martes, las ramas tenÃan diminutas yemas.
El miércoles sopló un viento cálido.
Y las yemas eran más grandes y gruesas.
¿Y el jueves? Ese dÃa, se abrieron las yemas. Ese dÃa, el jardÃn floreció. Ese dÃa, los árboles estaban envueltos en blancas nubes. También floreció el viejo manzano. Sus ramas estaban curvadas y torcidas. Su corteza era áspera y agrietada. Y su nube era de color rosa. Por el huerto, voló la primera mariposa.
“¡Pero bueno!â€, exclamaron los árboles. “¡TodavÃa es demasiado pronto para mariposas! ¿De dónde vendrá?â€
De mi, dijo el manzano. “Ha pasado el invierno conmigo. Plegada entre mi corteza.â€
Los árboles protestaron. “¿Por qué se lo has permitido?†“¡Tú sabes que ponen huevos!†“¡Tú sabes que de los huevos salen orugas!†“¡Tú sabes que las orugas devoran nuestras hojas!â€
Dos petirrojos llegaron volando al huerto. Volaban de aquà para allá, de un lado a otro.
“Estamos buscando alojamiento. Queremos construir un nido y tener hijos.â€
“¡No conmigo!â€, dijo el peral.
“¡Ese gorjeo y aleteo! ¡Esas cosas medio desnudas con los picos desencajados!â€
“¡No conmigo!â€, dijo el ciruelo. “¡Ese constante ruido! ¡Uno quiere tener su tranquilidad!â€
“¡Y su orden!â€, dijo el cerezo. “Se comen todas las cerezas. Embadurnan todas las hojas.â€
Los petirrojos no sabÃan qué hacer. Volaban de aquà para allá, de un lado a otro.
“¡No os acerquéis a nosotros!â€, gritaron los árboles. “¡Molestáis! ¡Haced vuestro nido en otra parte!â€
“Pero, ¿dónde?â€, preguntaron los petirrojos.
“AquÃ, conmigoâ€, dijo el manzano.
Dos jilgueros llegaron volando al huerto.
“Estamos buscando alojamiento. Queremos construir un nido y tener hijos.â€
“¡No aquÃ!â€, exclamaron los árboles. “Aquà no hay sitio.â€
“Pero aquà sÃâ€, dijo el manzano. “Acercaos, cabecitas multicolores. Sois tan bonitos y divertidos.â€
“¿Más divertidos que nosotros?â€, preguntaron dos herrerillos que trinaban desde lo alto del seto.
“Tan divertidos como vosotros. ¡Haced vuestros nidos y poned en ellos vuestros huevos!â€
“¿Y nuestros hijos pueden hacer ruido?â€
“Pueden.â€
“¿Y nuestros hijos pueden hacerlo desde el nido?â€
“Pueden.â€
“Entonces ahora mismo empezamosâ€, dijeron los petirrojos y los jilgueros y los herrerillos.
Los otros árboles se enfurecieron.
“¿Cómo puedes ser tan tonto?â€, le increpó el peral.
“¿Tienes pájaros en la cabeza?â€, preguntó el ciruelo.
“Naturalmente que los tieneâ€, dijo el cerezo.
“Cuando uno alquila a tres parejas de piantes, claro que los tiene.â€
El manzano se echó a reÃr. “No hay nada de qué reÃrseâ€, regañaron los árboles. “Me rÃo porque me hacen cosquillas. Alguien gatea entre mis raÃces. Y precisamente ahà tengo muchas cosquillas.â€
Un topo sacó su afilado hocico fuera de la tierra.
“¿Puedo construir mi casa aquà abajo?â€
“Puedes.â€
“¿Y no te molesta si excavo pasillos?â€
“No me molesta.â€
“¿Y una cueva para mis hijos?â€
“Tampoco me molesta. Excava, amigo mÃo.
Por la noche, llegaron dos lirones al huerto. “Estamos buscando alojamiento. ¿Alguno de vosotros tiene libre un agujero en una gruesa rama?â€
“¡Nosotros no!â€, exclamaron los árboles.
“Pero yo sÃâ€, dijo el manzano. “¿Cuántos hijos tenéis?â€
“Seis o sieteâ€, dijeron los lirones. “Nada del otro mundo. Comemos hojas secas, bayas, lombrices y caracoles. Nada del otro mundo.â€
“¡Y, a veces, un huevo de pájaro!â€, exclamaron dos erizos que vivÃan al otro lado, bajo el seto e iban paseando.