EL JARDIN LABERINTO
Lo contrataron por teléfono y le pagaron por correo. Cuando Luciano llegó a la propiedad,
ante la vista del enorme jardÃn, se sacó la gorra y se pasó la mano por la frente.
- ¡Válgame Dios! Esto no es un jardÃn, es una selva. - Dijo Luciano.
En el frente del terreno habÃa una casa vieja, rodeada de enredaderas que trepaban por
sus paredes y llegaban hasta el techo.
Unos senderos de piedra se adentraban entre arbustos de cerco y rosales crecidos
desmesuradamente, rodeados por todo tipo de malezas y enredaderas.
Primero utilizó el machete. Cada golpe de machete producÃa un sonido metálico, y las
malezas fueron quedando tendidas a medida que se abrÃa paso.
Ya con el sudor chorreándole por la frente, se volvió hacia donde venÃa. El jardÃn era
aún más grande de lo que creÃa.
El sol fue cruzando por todo el cielo, y Luciano seguÃa en su tarea: carpiendo, trozando,
podando, y adentrándose cada vez más en el laberÃntico jardÃn, que parecÃa infinito.
Al final de la tarde, dio por concluida su labor, por ese dÃa. Al buscar el sendero que habÃa
despejado, se encontró dando vueltas sin hallarlo. La situación le pareció algo graciosa.
- Perdido en un jardÃn ¡Ja! ¡Cuando se entere mi familia! - Siguió dando vueltas hasta que
se detuvo a pensar. El lugar estaba tan enmarañado como cuando habÃa llegado. Giró y
observó en todas las direcciones como un perdido, y su confusión fue todavÃa mayor.
Ya algo preocupado, decidió seguir un sendero en lÃnea recta, y con las demás herramientas
bajo el brazo, fue despejando el sendero a machetazos.
La noche llegó y seguÃa perdido en el jardÃn. Se negaba a creerlo, pero intuÃa que
aquel lugar estaba embrujado, ya era mucho lo que habÃa caminado.
Los arbustos se cerraban cada vez más, y con la llama de su encendedor, sólo veÃa ramas,
adelante, atrás, en los costados, sobre su cabeza.
Estaba a oscuras cuando escuchó una voz:
- ¡Nunca vas a salir de aquÃ!
- ¿Quién es? ¿Quién anda ah� - preguntó Luciano, aterrado, y prendió el encendedor.
Como a un metro de él, completamente enredados entre ramas y enredaderas, blanqueaban
los huesos de un esqueleto; y el esqueleto habló nuevamente:
- ¡Nunca vas a salir de aquÃ! - De repente se escucharon otras voces, otros esqueletos
estaban enredados entre las ramas y enredaderas.
- ¡Nunca vas a salir de aquÃ!
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