Un señor León andaba como un perro del valle al monte, de la selva al cerro, a cazar, sin hallar pelo ni lana, perdiendo la paciencia y la mañana.
Por un risco escarpado ve trepar una Cabra a lo encumbrado, de modo que parece que se empeña en hacer creer al León que se despeña.
El pretender seguirla fuera en vano. El cazador entonces, cortesano, le dice: -¡Baja, baja, mi querida, no busques precipicios a tu vida!
En el valle frondoso pacerás a mi lado con reposo. -¿Desde cuándo, señor, la real persona cuida con tanto amor de la barbona?
Esos halagos tiernos no son por bien: apostaré los cuernos -. Asà le respondió la astuta cabra, y él se marchó sin replicar palabra.
Lo paga la infeliz con el pellejo
Si toma sin examen el consejo.
Fin