Es raro que una persona que haya vivido en el barrio madrileño de Lavapiés, en los años 50, no recuerde a Gloria DomÃnguez Carpio. Era una mujer muy poco agraciada, solterona y sin ningún pretendiente, se ganaba la vida fregando suelos, no tenÃa familiares cercanos ni amigos, su casa era una habitación sin ventanas y, en resumen, su existencia se limitaba a trabajar y a dormir, pero todos la envidiaban. Se la veÃa feliz.