|  Amaba el escenario, pero carecÃa del más mÃnimo talento como actriz. 
No lo descubrió por sà misma, se lo dijeron todos los directores de New York. 
Hoy, 27 años después, Sue Whitebeat, uno de los grandes mitos del teatro 
independiente norteamericano, ha impedido que una multinacional patentara el 
método que ella creó y utilizó para conseguir una actuación impecable: “la 
terapia de los latidos del corazónâ€.
 El origen de su 
hallazgo se produjo en el invierno de 1981, cuando viajó a Louisiana para 
visitar a sus padres. Cenaron. Tras desahogarse de sus repetidos fracasos 
artÃsticos, Sue cerró los ojos. Poco a poco, el sonido de los latidos la fue 
envolviendo con suavidad, alejándola de sus sollozos, quitándole el peso de sus 
recuerdos, desvaneciendo cada uno de los rostros, olvidando hasta su propio 
nombre, regresando al principio. Tuvo la sensación de que podÃa elegir ser 
cualquier persona… cualquier personaje. Abrió los ojos, retiró la cabeza del 
pecho de su madre y le pidió que le dejase grabar los latidos de su 
corazón. 
  De 
regreso en casa, con la cabeza frÃa y el ánimo repuesto, dudó sobre el proyecto 
que estaba por abordar. Era una locura. Sin embargo, no lo consideró una 
estupidez, y ese espacio que quedó entre ambos calificativos la entusiasmó. ¿Por 
qué no puedo volver a nacer cuantas veces quiera? Se dijo en voz alta para 
zanjar el tema. A continuación, se dispuso a regresar al útero de su madre, 
colocando en el reproductor la cinta con los latidos. Cerró los ojos.
 Experimentó por su 
cuenta durante varios meses. Cada vez que escuchaba la cinta, se quedaba dormida 
—error que corregirÃa—. Y si bien despertaba con la mente en blanco, rápidamente 
era consciente al detalle de su personalidad real. Hecho que consideró lógico, 
aunque decidió sacar del dormitorio todo lo dispensable, dejando sólo la cama y 
el reproductor de cintas, para asà reducir al máximo las posibilidades de ser 
influenciada. Además, sabÃa que despertar con la mente en blanco no significaba 
gran cosa porque, a lo largo de su vida, eso le habÃa sucedido innumerables 
veces. No obstante, lo rescatable y alentador era que ahora le sucedÃa siempre 
que realizaba el ejercicio. A partir de establecer esa consecuencia directa, 
comenzó a probar muchas combinaciones con tres variantes básicas: la hora para 
iniciar la terapia, los elementos del entorno y su persona, alterando su 
vestuario y maquillaje. Consiguió ciertos avances y alguno que otro papel en 
obras de poca importancia. Su nivel mejoraba, pero a un ritmo que a Sue le 
producÃa insatisfacción. Estaba segura de que podÃa sacar mucho más partido a 
esa cinta.  
 Buscó el 
asesoramiento de un profesional, el psicólogo James Forgas, profesor de la 
Universidad de Columbia y miembro de la junta de NYPH. Dijo que lo pensarÃa. Dos 
minutos después, salió de su despacho, miró a ambos lados del pasillo, la vio, 
corrió hasta alcanzarla y se comprometió a ayudarla. Pactaron una discreción 
mutua. La reputación del doctor estaba en juego y el secreto profesional de Sue 
también.   
 James Forgas 
perfeccionó la metodologÃa de Sue. Trabajó con dos cintas en planos distintos y 
a destiempo. Después de dos horas de latidos, se activaba la segunda en un plano 
más bajo que la primera, emitiendo sonidos y mensajes que pudo haber escuchado 
en su gestación un personaje determinado. Los detalles eran mÃnimos, pero muy 
precisos, y para determinarlos se requerÃa profundizar minuciosamente en el 
historial psÃquico del individuo a emular. Sue mejoró notablemente. Quizá por 
esa seguridad, rechazó las ofertas de Broadway y se aventuró a producir sus 
propias obras de teatro sin volver a pisar un escenario con rótulos de neón. 
Acompañando esa decisión, cambió su apellido original, Callverac, por Whitebeat. 
En 1997, sin dar ninguna explicación, dejó de actuar.  
 El doctor Forgas, 
paralelamente, investigó los efectos de escuchar los latidos del corazón materno 
en sus pacientes con depresiones crónicas, obteniendo resultados más que 
satisfactorios. El 85% de los que intervinieron en el tratamiento fueron dados 
de alta y, a dÃa de hoy, ninguno ha recaÃdo. Analizando los casos del 15% 
restante, se observó que seis de las ocho progenitoras de estos individuos 
habÃan atravesado diversas situaciones traumáticas a lo largo del 
embarazo. 
  Durante el proceso, notó que la terapia ayudaba también a curar 
enfermedades fÃsicas, desde simples catarros hasta tumores malignos. Forgas 
sostiene que al escuchar el sonido del corazón de la madre el inconsciente del 
sujeto se transporta al momento de la gestación, favoreciendo dos aspectos 
principales: el estado de bienestar y la regeneración celular.
 A mediados de 2007, 
NYPH Corporation, la institución que ha financiado las investigaciones del 
doctor Forgas desde 1984, solicitó la patente de la terapia. Viendo sus 
excelentes resultados, ellos estimaron ganar más de cuatro billones de dólares 
al año. CobrarÃan por cada grabación de latidos maternos en cualquier entidad 
pública o privada de Norteamérica y en otros paÃses donde existiesen leyes 
rigurosas para proteger los derechos de autor. Ante esta posibilidad, Sue entró 
a juicio para impedir algo tan ruin y estúpido, alegando que ella fue la 
precursora de dicha práctica. James Forgas testificó a su favor, asegurando el  
uso libre de “la terapia de los latidos del corazónâ€. 
  Cuando su madre le preguntó a Sue por qué habÃa dejado la 
actuación, ella le respondió: “No lo hice, sólo dejé de actuar en público. Me 
centré en mÃ, en mi personaje, para explorar una a una, desde cero, sin 
nostalgia de ninguna, todas mis facetas posiblesâ€. |